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Vuelta a la oficina: una guía sensorial para rediseñar los espacios de trabajo

Vuelta a la oficina: una guía sensorial para rediseñar los espacios de trabajo

SEPTIEMBRE 2025 | 4 minutos

Volver a la oficina no debería ser un paso atrás, sino una oportunidad para repensar los espacios desde la experiencia de las personas. La neuroarquitectura nos enseña que los entornos impactan directamente en nuestro cerebro y emociones. Entonces, ¿cómo debería sentirse la oficina a la que queremos regresar?

La respuesta está en los sentidos. Una oficina saludable y motivadora es aquella que estimula de forma positiva lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y sentimos.

Lo que vemos: luz y armonía visual

La vista es el principal canal a través del cual percibimos y procesamos la oficina. Por eso, contar con luz natural no es solo un recurso estético, sino una necesidad biológica. La iluminación influye directamente en nuestros ritmos circadianos, en la calidad del sueño y en la concentración durante la jornada laboral.

Del mismo modo, los colores de un espacio condicionan cómo nos sentimos: tonos calmados en zonas de concentración aportan serenidad, mientras que paletas más vibrantes en áreas de creatividad pueden activar la energía y favorecer el trabajo en equipo. El orden visual también juega un papel fundamental. Espacios despejados, con un diseño limpio y coherente, reducen la fatiga mental y ayudan a mantener el foco en lo importante.

¿Tip práctico? Ubica los puestos de trabajo cerca de ventanas y complementa con iluminación biodinámica.

Lo que oímos: confort acústico

El sonido es uno de los factores que más condiciona el bienestar en la oficina, aunque a menudo pase desapercibido. El exceso de ruido interrumpe la concentración y aumenta los niveles de estrés, lo que repercute directamente en la productividad. Para evitarlo, es recomendable diseñar espacios que integren soluciones acústicas, como paneles absorbentes o cabinas acústicas para llamadas, videoconferencias y mayor privacidad. 

¿Tip práctico? Alterna zonas abiertas de colaboración con espacios protegidos de ruido.

Estas medidas permiten crear ambientes tranquilos en áreas de foco, sin renunciar a zonas más abiertas y dinámicas pensadas para la colaboración. El equilibrio acústico convierte la oficina en un lugar más amable, donde cada actividad encuentra su lugar adecuado. 

Lo que tocamos: ergonomía y texturas naturales

El tacto conecta directamente con nuestra sensación de confort. Sentarse en una silla ergonómica que se adapta al cuerpo, trabajar en una mesa regulable o apoyar las manos sobre superficies agradables cambia por completo la experiencia de trabajo.

La neuroarquitectura subraya la importancia de estos elementos porque determinan la postura, el movimiento y, en consecuencia, la salud a largo plazo. Además, las texturas juegan un papel emocional: materiales cálidos como la madera, tejidos naturales o acabados suaves transmiten cercanía y bienestar. Si, además, estos materiales son reciclados o certificados, el beneficio se multiplica al sumar sostenibilidad y responsabilidad ambiental a la experiencia física.

Lo que olemos: aire limpio y naturaleza

El olfato es un sentido poderoso, capaz de evocar recuerdos y emociones en segundos. En la oficina, garantizar una buena calidad del aire es imprescindible para la salud y la productividad. La ventilación natural y los sistemas de purificación ayudan a mantener un entorno limpio y libre de agentes contaminantes, mejorando la concentración y reduciendo el cansancio.

A esto se le pueden sumar aromas suaves vinculados a la naturaleza, como la frescura de las plantas o el olor de la madera, que transmiten calma y seguridad. Introducir vegetación real en el espacio, además de mejorar el aire, aporta un estímulo positivo que refuerza la conexión con el entorno natural.

Lo que sentimos: pertenencia y emoción

Más allá de los sentidos físicos, la oficina debe generar una experiencia emocional que motive a las personas a volver. El diseño inspirado en la filosofía hospitality consigue que el espacio se sienta acogedor, como un lugar que cuida y pone en valor a quienes lo habitan. Espacios sociales bien diseñados, rincones de pausa y zonas de encuentro favorecen la conversación espontánea y la creatividad compartida, reforzando los vínculos entre equipos.

Y detrás de todo ello, la sostenibilidad se convierte en un hilo conductor que conecta a los trabajadores con un propósito mayor: trabajar en un lugar que no solo piensa en su bienestar inmediato, sino también en el futuro del planeta.